jueves, 1 de agosto de 2013

CONFIANZA SORPRENDENTE


CONFIANZA SOPRENDENTE

No se como describir o que nombre ponerle a lo que sucedió, tampoco puedo saber qué pensaba la mujer que me pidió semejante favor, sin hacerme visto por lo menos alguna vez en su vida. La cuestión sucedió así, un día domingo salí temprano a comprar el diario .- donde vas.- me preguntó Emilia.,era un día fresco, con pocas nubes, un día verdaderamente agradable, la plaza estaba muy concurrida, había varios grupos de personas habituales, estaba el banquillo de los hombres de tercera edad que por lo general se sientan en los bancos que quedan con la iglesia a sus espaldas, los Testigos de Gehova, y los niños jugando alrededor del Monumento central y como muchas otras veces me senté en un banco con la antigua escuela Felipe Larrazabal a mis espaldas, para leer las noticias antes de regresar a desayunar, ya había leído bastante,
las noticias internacionales, las locales, y ya comenzaba a leer los deportes cuando de repente alguien se de tiene frente a mi, era una mujer joven, bien vestida, con tres niños pequeños, tal vez de unos cuatro o cinco años el mayor, y varios paquetes de víveres y otras bolsas que si mal no recuerdo contenían ropa para los niños, La mujer no se presentó, solo se limitó a saludar y luego sin mediar más palabras me preguntó que si podía hacerle un favor, me preguntó que si podia dejar los niños y los paquetes conmigo mientras ella regresaba a las tiendas a comprar otras cosas que había olvidado comprar y que necesitaba comprar, yo me quede en silencio por un momento tratando de digerir su pregunta, pues no la conocía, no recordaba haberla visto alguna ves, y luego de un breve análisis  accedí a su petición, acto seguido los sentó a un lado
mío y se fue, no sin antes darles unas recomendaciones para que se portaran bien y bajaron del banquillo solo unas veces yo los vigile para que no se fuesen lejos y luego regresaron al asiento, unas veces se quedaban mirándome fijamente pero luego los distraía los juegos de los otros niños en el centro de la plaza, también recuerdo que se tardo bastante en regresar tal ves  15 o 20 minutos, en general los niños se portaron bien, me hicieron varias preguntas no recuerdo sobre qué, recuerdo que les pregunté sus nombres pero no los recuerdo, no se que motivó que esta mujer me eligiera a mi un completo desconocido para que le cuidara sus niños creo que una persona en sus cabales no dejaría a sus hijos con un extraño, un completo desconocido sólo porque este tenga buen aspecto. Solo Dios sabe que pudo haberles sucedido a estos niños si no hubiera sido yo quien los cuidara en ese momento, si hubiese sido un loco, maníaco los habría lastimado seguramente.
O Tal vez los abría secuestrado. Pero son extraños los caminos de Dios, y la mujer decidió dejarlos conmigo, y siempre estuvieron a salvo



Las imágenes fueron tomadas de internet  a continuación las direcciones de las mismas, mis disculpas y muchas gracias
http://holismoplanetario.files.wordpress.com/2012/09/nic3b1os_en_la_plaza_matriz.jpg

lunes, 4 de febrero de 2013

EL GRAN SALTO


     El Gran Salto

 En la segunda mitad de la década de los sesentas, después de los 10 años, ya era muy bueno jugando pelota con pelotica de goma, era común que jugáramos casi todas las tardes, excepto los sábados que jugábamos en la mañana y los domingos que no jugábamos, todos teníamos edades entre los 12 y los 20 años que tenía el mayor de los hermanos García (Albéniz y Yovanny), 17 el mayor de los León (Chicho y Juan Luis), Luis Orta, los Mora (Frank y Henry) que tenían   entre 17 y 18, los Tortolero, (Rafael y Luis), los Silva (Carlos y El Negro), los Rodríguez (Víctor y Alexis) que tendrían tal vez entre los 11 y los 14 años, y que les decíamos los Rata alegres, Antonio que se había mudado a la zona hacía poco tiempo y tendría al menos 18 años, Obdulio Bolívar (cuyo sobrenombre era el cochino) y algunos otros que no recuerdo con claridad mis hermanos Ángel y José y yo que tenía 12 años en general todos estábamos entre los 12 y los 20 años.
El home-plate siempre quedaba en la esquina de las calles Carabobo y HelÍmenas Barrios y las bases quedaban hacia el hospital o hacia el club Paraima, un día sábado jugábamos en la Carabobo, solo los más jóvenes del grupo o como nos decían los muchachos, el juego estaba parejo había corredores en las bases y yo tenía turno a batear, -dale Piña, vótala pa'l fondo-  dijo alguno de mi equipo y yo dispongo a darle lo más fuerte que pudiera, lanzo la pelota para arriba y la
william-Anecdotas.blogspot.comespero, -paff- sonó la pelota -corre pendejo- le dice chico al que está en la primera base, yo corro también y la pelota se abre a la derecha y cae en el estacionamiento de la casa de la esquina, -yo voy a pedirla- dijo Juan Luis. Los demás nos asomamos a la entrada para tratar de localizarla, la entrada estaba cercada por una puerta de madera acostada que hacía las veces de cerca y que nos llegaba hasta la altura del cuello- allá esta al final de la pared -dije yo,- parece que no hay nadie toqué varias veces y no salió nadie-,gritó Juan Luis. -cómo vamos a seguir jugando?- hay entrar y sacar la pelota-  y el perro? No lo veo!!! Era un enorme pastor alemán impuro que cuidaba el patio. Quien va a entrar? Yo no! Dijo uno, yo tampoco!! Dijo otro. !Yo entro! Dije yo decidido, con ayuda de mis amigos me subí sin hacer el menor ruido a la puerta de madera que servía para cerrar el estacionamiento y bajé del lado de adentro con mucho cuidado me acerque a la pelota, y en el último momento a sólo unos centímetros de agarrarla, el perro se asomó tras la pared, sin vacilar ni un instante salí a la carrera perseguido de cerca por el enorme perro, de un salto pasé por encima de la puerta de madera apoyando las manos en el borde, mis compañeros  se enojaron porque no saque la pelota -piña $%$·#?=”ª porque no la agarraste- a lo que respondí - si la agarro se muerde la mano $&&%/((“!?¿/-  me felicitaron por no dejar que el perro me mordiera y eso fue todo por ese día. El susto fue inimaginable, desde entonces nunca más entré sin permiso a otra casa que no sea mía

jueves, 17 de enero de 2013

27 de Febrero de 1989 un día de pesadilla





Es 27 de Febrero de 1989. Emilia y yo nos despertamos temprano para llevar a wilmer a consulta en Caracas   .-William ya estás listo-. Dijo Emilia desde la cocina.-si. vámonos- respondí desde el pasillo. -Espera un momento.- dijo Emilia. .-apúrate o vamos a perder el primer autobús.-
Eran las 4:00 am Wilmer tenía consulta de nefrología en el Hospital de Niños EJ.. de los Ríos, el autobús hizo lo mismo de siempre, hizo sus paradas en San Mateo, y en La Victoria como era costumbre hizo su parada en el Ateneo y yo compré algo de comer y unos juegos para beber, todo parecía normal hasta que llegamos a Caracas, allí el chofer nos dijo que no podía llevarnos hasta el terminal del Nuevo Circo, así que nos bajamos en la avenida Nueva Granada, .-como nos vamos desde aquí.- preguntó Emilia,  a lo que respondí. -en taxi. - ya eran las
6:37 am íbamos con buena hora y nos olvidamos del problema.
Llegamos al Hospital fuimos a la consulta, esperamos nuestro turno, desayunamos, y llegó el momento de regresar a casa, fuimos a la salida que da a la avenida El Lago, y caminamos hasta la Avenida Urdaneta y de allí tomamos la avenida Sur 21 hasta la avenida México para tomar el metro en la estación Bellas Artes, hasta aquí todo era normal, recuerdo haber dicho que llegaríamos temprano, no tenía la más remota idea de lo que nos esperaba.

   Al llegar a la estación La Hoyada, nos dirigimos a la salida de la Avenida Fuerzas Armadas, con un grupo de personas que también iban hacia el nuevo circo, cuál no sería nuestra sorpresa, no habíamos caminado media cuadra cuando escuchamos las detonaciones de las arma de fuego, no sabíamos a dónde iban las balas, corrimos de vuelta a la Hoyada. yo deje a Emilia allí un momento para ir a averiguar qué sucedía, todo era un desastre había saqueos por todas partes y desde el puente de la avenida Bolívar, varios sujetos disparaban hacia abajo en la avenida Fuerzas Armadas, regrese con Emilia y nos quedamos por un buen tiempo allí pensando en la forma de salir de Caracas, por medio de las personas que estaban cerca nos enteramos de que había una revuelta en todas partes del país, no había ningún negocio abierto y la mayoría presentaba señales de saqueo, por fortuna recién habíamos comido, Emilia me decía que buscáramos un hotel o una habitación donde quedarnos hasta el día siguiente, pero yo insistí en que la situación no se calmaría y continuaría al día siguiente y además todo estaba cerrado, luego oímos a alguna persona decir que desde Las Adjuntas estaban saliendo vehículos hacia Los Teques, desde allí podíamos ir a La victoria, y luego a Cagua esa sería la ruta a tomar, entramos a la Hoyada nuevamente y tomamos el metro hasta la estación Capitolio, salimos y tomamos la plataforma de transbordo a la línea 2 del metro, el pasillo estaba vacío todos estaban en la estrada de la estación esperando una oportunidad para irse tal vez a sus hogares  (esta plataforma es un pasillo angosto que comunica la Estación Capitolio y la estación El Silencio tiene cierta inclinación hacia abajo para descender al  nivel de el silencio con gruesas columnas que sobresalen de la pared unos 25 o 30 centímetros), bien cuando habíamos entrado en el pasillo, escuchamos varios disparos en el entrada de la estación y todos los que estaban fuera entraron en pánico y corrieron hacia el interior de la estación y tomaron el pasillo arrastrados por el pánico no tuvieron compasión de los que cayeron, y les pisotearon pude ver con horror cómo caían unos sobre otros y volaban los zapatos y objetos que llevaban en las manos, yo tomé a Emilia y la coloque pegada a la pared detrás de una columna y la protegí con mi cuerpo para evitar que la multitud nos arrollara, continuamos solo después que se marcharon todos los que habían entrado corriendo al pasillo.

En Las Adjuntas la situación no estaba mejor, todas las paradas de transporte estaban colapsadas por los pasajeros que intentaban huir de los disturbios por las rutas alternas, nos colocamos en la fila de los vehículos que iban hacia Los Teques ya eran casi las 4:00 PM y no habíamos tomado ni agua, busque por todos lados un local abierto, no pude encontrar ninguno.
Después de esperar cerca de una hora y media al fin subimos al vehículo que nos llevaría a los Teques, era un Jeep de los viejos adaptado para transporte, creíamos que habíamos dejado el caos atrás, nada más lejos de la realidad, en Los Teques la situación era, si se aprecia bien hasta peor, Bandas de hombres armados y enfurecidos, muchos de ellos encapuchados para que no los reconocieran, caminaban por las calles  destrozando todo lo que encontraban a su paso, los kioscos estaban volteados, las puertas de los negocios y las vidrieras destrozados, íbamos caminando entre ellos, en dirección contraria para llegar al terminal de carretera de los Teques que se encuentra en la salida hacia La Victoria, a cada momento nos encontrábamos con algún grupo de estos individuos y yo me colocaba delante de Emilia para que ninguno la tropezara, ellos se apartaban más por cortesía que por temor, pues casi todos llevaban alguna arma, incluyendo machetes garrotes y algunas armas de fuego como pistolas y revólveres que pude ver, al llegar al “Terminal” nos comunicaron que no había salida de vehículos hacia ningún destino cerca o lejos, y con las pandillas pasando por el terminal no quise arriesgarme y nos fuimos hacia el centro para tratar de llamar por teléfono, intentamos comunicarnos con nuestra casa  y con la casa de mi mamá pero todo estaba colapsado, o las comunicaciones habían sido obstruidas para evitar levantamientos en el interior pero ya era tarde, según lo que pudimos  averiguar la situación estaba igual en casi todas las ciudades del país, por fin cerca de las 7:00 pm de la noche logré comunicarme con la casa de mi mamá y ella me dijo que mi hermano Ángel iría a Los Teques a buscarnos que lo esperáramos en el terminal, nos dirigimos nuevamente al terminal y allí nos quedamos hasta que ya eran cerca de las 8:30 pm entonces le dije a Emilia que camináramos por la carretera hacia la Victoria, ella insistió en que buscáramos algún hotel o habitación y yo la dije de nuevo que nadie nos recibiría, pues todo estaba cerrado, la situación no se enfriaría por lo menos hasta el miércoles, yo le dije que algún taxi pasaría y yo tenía para pagarle lo que pidiera si nos llevaba hasta la Victoria. 

Así fue como comenzamos a caminar por esa carretera tan oscura que no se veía el pavimento y la tierra, cuando pasaba un carro aprovechamos para ver donde estábamos y seguíamos caminando un largo trecho hasta que una persona gritó algo a lo lejos, -Apúrense los estamos esperando- pude oír claramente, -Emilia! es con nosotros, apúrate lo que puedas- casi corrimos hasta la camioneta que nos esperaba. al llegar nos dijo el hombre - Los esperamos por vimos que traían un niño en sus brazos- dijo el que nos llamó a gritos  - No sabe lo agradecidos que estamos por eso, no hemos tomado agua ni comida desde antes de mediodía,-le respondemos y después le preguntamos -hasta donde va- el respondió -solo hasta la Victoria- gracias le dijimos.

Después de viajar un trecho por caminos fuera de la carretera el chofer se detuvo en un negocio que estaba abierto escondido dentro de “los caminos verdes”, que era la zona por donde nos movíamos y aprovechamos todos de comprar algo para comer y beber eso nos reanimó pues teníamos ya casi 10 horas sin alimento ni agua, eran más las 12:00 pm. cuando llegamos a la Victoria, caminamos por la avenida principal a buscar un taxi, por suerte lo encontramos antes de la 1:00 pm, le dijimos a donde llevarnos, pero el chofer se negaba a llevarnos, entonces le dije que no importaba lo que cobrara  si me dejaba en la entrada de Cagua, el decía que en Cagua  la situación era terrible y que había muchos muertos y la gente estaba más loca que en cualquier parte logré convencerlo de que conocía la zona, lo que era real pues vivía y aún vivo en Cagua y que la gente después de las 11:00 de la noche se iban a dormir.
El taxi nos trajo hasta la puerta de la casa era 1:47 am,  cuando llegamos a la puerta todos estaban  despiertos esperándonos, todos dejamos salir lágrimas por la alegría de poder vernos de nuevo pues no sabían si habíamos logrado sobrevivir.
Aún hoy después de 14 años puedo recordar con claridad lo ocurrido, fueron muchos los que desaparecieron y no se sabe con exactitud cuántos fueron los que murieron en ese levantamiento popular y es una aventura que jamás podre olvidar.

las horas imprecisas se dejan ver con claridad con un "casi"  o "cerca de"