lunes, 4 de febrero de 2013

EL GRAN SALTO


     El Gran Salto

 En la segunda mitad de la década de los sesentas, después de los 10 años, ya era muy bueno jugando pelota con pelotica de goma, era común que jugáramos casi todas las tardes, excepto los sábados que jugábamos en la mañana y los domingos que no jugábamos, todos teníamos edades entre los 12 y los 20 años que tenía el mayor de los hermanos García (Albéniz y Yovanny), 17 el mayor de los León (Chicho y Juan Luis), Luis Orta, los Mora (Frank y Henry) que tenían   entre 17 y 18, los Tortolero, (Rafael y Luis), los Silva (Carlos y El Negro), los Rodríguez (Víctor y Alexis) que tendrían tal vez entre los 11 y los 14 años, y que les decíamos los Rata alegres, Antonio que se había mudado a la zona hacía poco tiempo y tendría al menos 18 años, Obdulio Bolívar (cuyo sobrenombre era el cochino) y algunos otros que no recuerdo con claridad mis hermanos Ángel y José y yo que tenía 12 años en general todos estábamos entre los 12 y los 20 años.
El home-plate siempre quedaba en la esquina de las calles Carabobo y HelÍmenas Barrios y las bases quedaban hacia el hospital o hacia el club Paraima, un día sábado jugábamos en la Carabobo, solo los más jóvenes del grupo o como nos decían los muchachos, el juego estaba parejo había corredores en las bases y yo tenía turno a batear, -dale Piña, vótala pa'l fondo-  dijo alguno de mi equipo y yo dispongo a darle lo más fuerte que pudiera, lanzo la pelota para arriba y la
william-Anecdotas.blogspot.comespero, -paff- sonó la pelota -corre pendejo- le dice chico al que está en la primera base, yo corro también y la pelota se abre a la derecha y cae en el estacionamiento de la casa de la esquina, -yo voy a pedirla- dijo Juan Luis. Los demás nos asomamos a la entrada para tratar de localizarla, la entrada estaba cercada por una puerta de madera acostada que hacía las veces de cerca y que nos llegaba hasta la altura del cuello- allá esta al final de la pared -dije yo,- parece que no hay nadie toqué varias veces y no salió nadie-,gritó Juan Luis. -cómo vamos a seguir jugando?- hay entrar y sacar la pelota-  y el perro? No lo veo!!! Era un enorme pastor alemán impuro que cuidaba el patio. Quien va a entrar? Yo no! Dijo uno, yo tampoco!! Dijo otro. !Yo entro! Dije yo decidido, con ayuda de mis amigos me subí sin hacer el menor ruido a la puerta de madera que servía para cerrar el estacionamiento y bajé del lado de adentro con mucho cuidado me acerque a la pelota, y en el último momento a sólo unos centímetros de agarrarla, el perro se asomó tras la pared, sin vacilar ni un instante salí a la carrera perseguido de cerca por el enorme perro, de un salto pasé por encima de la puerta de madera apoyando las manos en el borde, mis compañeros  se enojaron porque no saque la pelota -piña $%$·#?=”ª porque no la agarraste- a lo que respondí - si la agarro se muerde la mano $&&%/((“!?¿/-  me felicitaron por no dejar que el perro me mordiera y eso fue todo por ese día. El susto fue inimaginable, desde entonces nunca más entré sin permiso a otra casa que no sea mía